La desventaja de no conocer tu mente…

Todos traemos hojas de ruta diferentes.

Si pruebas conocerte más, conocerás más al otro, darle más espacio para poder conectar, siempre sigue tus valores.

Si tu caso es que te da pánico conectar con otros y quieres revisar ¿Por qué?…

Hay cosas que no tienen que ver con lo externo, sino con el ambiente interno, las creencias juegan un papel muy importante, las comparaciones, el entorno.

La mente te está llevando hacia donde está acostumbrada, lleva muchos años con ese comportamiento aprendido.

Cuando prestas atención a esas repeticiones, es acentuar más de lo mismo, sin embargo, cambiar, es darle más beneficio a lo nuevo.

Traspasar los límites mentales, generar confianza, sin excusas, puedes ser quién eres realmente.

Al enfocarte en lo ético, honestidad, humildad, refleja tu impacto emocional que irá desarrollando más tu plasticidad neuronal.

Esas nuevas carreteras que mejoran tu rendimiento e irás dejando de lado todo lo antiguo.

Seré feliz cuando tenga dinero, trabajo, más salud, mi familia mejore, mi pareja cambie…

Tu forma de ver la vida depende de ti, vive!

Si eres amargado, vas contra la corriente y en contra gastas más energía. 

Ahorrarás tiempo y energía si fluyes con la vida y los acontecimientos que vayan apareciendo.

Las lecciones y elecciones son individuales, sólo tú puedes saber dónde quieres ir, hasta dónde quieres llegar, nadie puede hacerlo por tí.

Todos traemos hojas de ruta diferente y puede ser que te hayas dejado llevar por opiniones de otros, toma tu propio camino, sigue a tu corazón.

A la mente le gusta el juego y te limita, hace esto continuamente, tus propios pensamientos, una vez pensados ya pertenecen a la activación acumulada.

  • Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo, Oscar Wilde
  • Da la vuelta a tus heridas y cámbialas por sabiduría, Oprah Winfrey
  • Buenos amigos, buenos libros y tener una conciencia tranquila, esta es la vida ideal, Mark Twain
  • No hay más realidad que la imágen, ni más vida que la conciencia, Azorín